sábado, 9 de abril de 2011

capítulo 23: Teo se vuelve trosko

Era una tarde maravillosa en la Rusia de fin de principio del siglo XX y Teo estaba allí para disfrutarla. Pero nuestro amigo percibía que las cosas en realidad, no estaban nada bien. La tensión social entre Nico (el Zar Nicolás II, nada, él le dice Nico) y los reclamos de los trabajadores recién llegados del campo a la ciudad, crecía fuerte. Teo era sensible y decidió tomar cartas prontas en el asunto, hablando con su amigo el Zar. Sacó su Black Cherry sospechosamente-avanzado-para-la-época y discó números que parecían letras.

Teo: Hola, con el Palacio de Invierno por favor.
Voz femenina: Holiii, fotiiiiis, holiiiii- 
Teo miraba su aparato sin comprender demasiado. Suspiró y dijo con menos paciencia:
Teo: Perdón, ¿está Nico por favor? Gracias.-
Voz masculina: ¿Hola?
Teo: Nico! Que hacés boludo. Teo te habla-
Zar Nicolás II: ¿Cómo estas, pupi?
Teo: Bien, todo tranca. Pero venía pateando Moscú y pensando un poco en todo, y me parece que tenemos que hacer algunas modificaciones. Yo por tus viejos te digo…
Zar Nicolás II: No se a qué te referís.
Teo: En principio, me parece que esta jodita de la guerra con Japón va para atrás. Prometiste que al poco tiempo íbamos a estar cogiendo niponas a rolete y por ahora lo único que tenemos es una fiesta privada en el Acorazado Potemkin. Por otra parte los trabajadores ya no dan más. Su calidad de vida está en menos 10 y creo que es buena hora de que tengan el poder un ratito.
Zar Nicolás II: ¿Qué días es hoy?
Teo: Domingo.
Zar Nicolás II: Perfecto, tenía agendado una masacre histórica para hoy. Solo que no recordaba el disparador, pero tu llamado me viene genial. Sumate a la huelga que ya mismo estoy mandado una represión fuerrrte. 

“Que tipo de mierda” pensaba Teo mientras corría a unirse a los rebeldes. Llegó a la plaza donde estaban reunidos los trabajadores. Miró a su alrededor y divisó su líder: un muchachito de gafas, bien parecido. “Aquí estoy para lo que me necesites” le dijo Teo con fervor revolucionario.
Aquel día Teo se había vuelto trosko.

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