sábado, 9 de abril de 2011

capítulo 16: Teo se angustia fuerrrte en el carnaval de Gualeguaychú en una semana directamente para el olvido

“Como me gustan las Calefons” se decía Teo a sí mismo mientras volvía en taxi de ver la final del Roland Garros.
Se bajó con el auto aún en movimiento y luego de rodar unas seis veces por el asfalto, se paró y reflexionó sobre el tiro oblicuo: “Prefiero el tiro vertical”. 
Como no tenía ganas de caminar, decidió ir levitando hasta su casa. 
“Hola mi amor, llegué” le dijo a su controlador midi, a penas ingresó por la puerta. La cena estaba lista, el controlador siempre le oscilaba las frecuencias mas deliciosas que existen.
Ambos cenaron en silencio de redonda. Una vez finalizada la cena, Teo se despidió emotivamente. Al día siguiente partía para el famoso carnaval de Gualeguaychú, evento al que quería ir desde hace varios capítulos.
El viaje en águila fue tranquilo, con poca turbulencia. Tomó sus valijas y caminó hasta la entrada de la ciudad, y allí estaba ella: sus luces, su comparsa y su alegría.
Teo no daba crédito a lo que veía, todo le resultaba fascinante. Mil de culos al aire y gente festiva por las calles. Los policías hacían el amor entre ellos y los carpinchos cantaban mantras milenarios. Y nuestro amigo se entregó profundamente a este estado de ánimo, bebiendo fuerrrte y desnudándose ante cada chance de fundirse con otro ser. 
Era una tierra de fantasía que brindaba un sinfín de placeres maravillosos: Cascadas de vino frizzé, montañas de sashimi y nubes de marihuana. Medias Cocot, cursos de Microsoft Office y la “Primer Ayelen Gaudín Extrovertida” del mundo, todo gratis. 
No sabemos muy bien qué fue lo que sucedió con precisión aquella semana de orgía hedonista de Teo, pero sí sabemos como terminó.
Despertó con un fuerte dolor de cabeza en la Avenida de las Palmeras. Abrió un ojo y miró a su alrededor, encontrando solo vacuidad y desierto. Todos se habían ido, la fiesta hacía rato que había terminado. ¿Habría sido un sueño?
Teo no pudo contener su llanto, que comenzó con unas lágrimas medidas hasta que cada vez fue intensificándose mas y mas. El agua salada de sus ojos corría por las calles vacías de la ciudad, creando ríos y riachuelos. Finalmente la ciudad se volvió un afluente del río Uruguay, llevándose todos sus recuerdos y memorias hacia el fondo de la tierra.
Aquella había sido una semana directamente para el olvido.

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