viernes, 8 de abril de 2011

Capítulo 11: Teo viaja a Europa

Era un día de la semana cualquiera, la verdad es que no importa cual era. Lo que es seguro es que corría el mes de abril. Era abril seguro, y era de día. 
Era abril fija.
Aquella jornada hacía un calor delirante, una de esas espesas mañanas que Buenos Aires repite en cualquier ocasión del año, sin distinción de estación gobernante. 
Se encontraba Teo allí, durante uno de sus típicos trotes por el perímetro del jardín japones, cuando decidió que era ese el momento de alcanzar una nueva definición, una modificación de paradigmas en su vida. Sabía que algo externo necesitaba, algo del orden de los cambios extremos, pero no sabía qué. Pensó en comprarse un pony, pero se reconoció que era absurdo siquiera plantearse hacerlo sin dinero, y que tampoco cambiaría taaaanto la cosa. Cuestionose el hacerse vegano, pero no consiguió siquiera sostenerlo en la cabeza que ya había parado en un carrito de palermo y se había pedido un bondipan (no estaba goooordo, peeeero estaba... 10 o 20 kilitos arriba tendría... estaba gordito... grandote...).
Estaba gordo.. 
Fue entonces ahí, mientras se combatía a duelo con un nervio de bondiola y el pan francés del horror que te corta todo el paladar, cuando lo vió claro. Debía irse de viaje!
Tras unos días de reflexionarlo a fondo Teo lo tenía todo resuelto, viajaría a Europa a ver por si mismo todas aquellas cosas que las películas, la música y los libros le habían mostrado y ensañado a hablar sin conocerlos... cosas tales como el coliseo romano, el queso camembert, el Barça, o los Beatles...
Para no pagar el pasaje dada su escasa capacidad de ahorro Teo fingió una blenorragia fuerte y consiguió que una abuela de un amigo, la cual sufría de pena (casi todas las abuelas padecen de pena), le pagara la totalidad del mismo, y le entregara tres cuartas partes de la misma cifra en efectivo (este último dinero finalmente se lo dió, pero en billetes antiguos, pesos uruguayos más precisamente, y de los viejos, por lo que Teo a la postre la insultó de arriba a abajo y nunca más se volvieron a ver; peeeeeeero como el ticket ya había sido comprado electronicamente...)
Llamó inmediatamente a Walter Lego y le preguntó vacilante si necesitaría algo de verdadera importancia cuando estuviese allí, algo único, algo menester, algo azul quizás. 
Éste le contestó sabiamente "Traed actitud de guerrero ninja, y aquél controlador midi que hubieras sabido adquirir en el capítulo 4 (ref. capítulo 4: Acerca de como Teo adquiere un controlador Midi, un reproductor VHS y un beso en la boca).
Sin demorar más tiempo Teo hizo un pequeño bolso, meó, se clavó un pucho, una lata de birra de las altas, un Lorazepam de 2 mogras, y abordó el subte linea A hasta la Plaza de Mayo. Caminó hasta Avenida de Mayo y Florida silbando la canción esa de daft punk que dice algo así como "skan, skan... you meiken on the frulen...), y continuó viaje con el 86 hasta el Internacional Ministro Pistarini. 
En el camino conoció a un poligrillo de Florencio Varela que le dijo que todo lo que los perros hacían era pruducto del veneno que tenían dentro los granitos del alimento balaceado. Teo, mirándo al alcoholico vagabundo a los ojos, sonrió y pensó "Así es como Teo viaja a europa".

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